sábado, 5 de febrero de 2011
Puente de San Martín (Toledo)
El Puente de San Martín se encuentra en la ciudad de Toledo y fue construido a cargo del arzobispo don Pedro Tenorio en el siglo XIV, quien dispuso la traza definitiva de cinco arcos y dos torreones hexagonales almenados en ambos extremos. Durante el reinado de Carlos II de España se reformó, ensanchándose sus accesos, y un siglo más tarde, se pavimentó.
De ambas reformas queda una inscripción en el muro interior del torreón de entrada, con el escudo imperial flanqueado por dos reyes sedentes.
No se conoce fecha de construcción del puente primitivo de San Martín, pero ya se hace referencia a él en 1165. Está realizado en sillería y salva la distancia entre las orillas del río Tajo. En la baja Edad Media, aproximadamente en el siglo XIII, se modifica y se le añade una nueva estructura defensiva en su extremo, una puerta o torre de planta hexagonal con un diseño defensivo muy estudiado para evitar el acceso por la fuerza. En el siglo XVI se le añade otra torre en el extremo opuesto que enlaza con la muralla.
Los trabajos de restauración que acabaron en el año 2008, desvelaron algo hasta ahora desconocido y el descubrimiento de nuevos datos sobre el puente. Resulta que hasta el siglo XVII hubo casas sobre el monumento, al igual que en los puentes de Venecia y Florencia y que albergaba viviendas, incluida la del alcalde y que el Ayuntamiento desmontó en el siglo XVII para facilitar que el paso fuera más adecuado. Esta investigación desveló también que la función primordial del puente era La Mesta, es decir, servir de autovía de peaje del siglo XIV, el lugar por el que pasaban los ganados trashumantes y donde se contabilizaban las cabezas para cobrar los peajes. También sirvió como fielato, es decir, el lugar donde se cobraba a los mercaderes por los productos que entraban en la ciudad.
Leyenda de la mujer del alarife
Fuente: http://www.toledoaldia.com/puente_san_martin_toledo.htm
A consecuencia de las guerras entre Don Pedro I y Don Enrique de Trastámara, unos de los puentes mas importantes de la ciudad quedó malparado, ya que los atacantes utilizaron minas, haciendo volar las defensas para poder entrar en Toledo y los defensores lo cortaron para impedir la entrada de sus enemigos. Con todo eso se causaron muchos destrozos en el viaducto. Varios siglos después hacia el 1390, el arzobispo don Pedro Tenorio, deseoso de fortificar Toledo en previsión a posibles necesidades defensivas futuras, ordenó reconstruir dicho puente. Para ello encomendó la misión a una afamada arquitecto, con el fin de afirmarle y hacerle seguro. Convinieron en el precio y el arquitecto empezó su obra con mucha ilusión. Según iba pasando el tiempo el alarife se le iba viendo cada vez más triste, callado, sombrío y huraño. Todos los atardeceres, a la vuelta de su trabajo, su mujer que le conocía muy bien, se sentía decaído y fuera de sí. Nada podía cambiarle su estado de ánimo nadie de la gente que le conocía, acertaba en los posibles motivos que le hubieran llevado a tan repentino cambio de carácter.
La obra avanzaba con rapidez, y nada parecía cambiar ese estado de ánimo. Su mujer que soportaba su mal humor día tras día, busco con inteligencia lo que a su esposo le provocaba ese mal humor continuo, hasta que un día el alarife abatido le contó lo que le quitaba el sueño y día tras día le abatía. Le confesó que se había equivocado en los cálculos de cimentación del puente, y que cuando al darse cuenta había intentado subsanar el error cometido, era demasiado tarde. Cuando se quitase la cimbra del arco central todo se vendría abajo y que él además de deshonrado y arruinado sería castigado por su negligencia.
Le comentó a la mujer que había pasado muchas horas buscando una posible solución al problema, muchísimos cálculos matemáticos y no hallaba solución alguna, el mal no tenía remedios. Su esposa trató de tranquilizarle, le prodigó sus más cariñosos consuelos y se dispuso a discurrir una posible solución para sacar a su marido de ese fatídico trance en el que se hallaba. Por fin, después de poco dormir por el mucho pensar se le iluminó la mente y se dispuso a llevar a cabo la acción que tenia en mente, creyendo ser la única solución al grave problema de su marido. Así una noche muy oscura se acercó sigilosa al puente llevando consigo unas teas cubiertas de estopa y embreadas y una yesca. Se situó bajo el arco central y embreando la parte inferior de los andamios y la cimbra sobre la que descansaba el arco, prendió las teas, que posteriormente acercó a la madera y con suma rapidez se alejó del lugar confundiéndose con las sombras de la casa, hasta llegar a la suya, que se hallaba en el callejón del Alarife, estrecha calleja sin salida que se abre al principio de la calle Santo Tomé.
Mientras tanto, las llamas fueron extendiéndose por las maderas que formaban el andamiaje. Cuando los vecinos quisieron darse cuenta del incendio ya era demasiado tarde. El fuego consumió la cimbra y tras un crujido se vino abajo, arrastrando el arco.
Al día siguiente la noticia del accidente se fue extendiendo por toda la ciudad acechando la catástrofe a la casualidad.
El Arzobispo al enterarse del hecho llamó al arquitecto y le ordenó que de inmediato se pusiera manos a la obra con la reconstrucción del puente, este corrigió los errores y poco tiempo después el nuevo y flamante puente se hallaba terminado y en disposición de prestar todos los servicios que se le requerían.
Al poco tiempo de inaugurado la esposa pidió audiencia al arzobispo se tiró a sus pies y le contó todo lo que había pasado pidiendo, este la escuchó y la levanto del suelo comprendiendo el gran amor que le habían llevado a hacer tan reprobable acción, pero lógica para salvar el honor de su esposo. Para perpetuar la memoria de este hecho y que sirviera de ejemplo de abnegación, sacrifico en ingenio a las generaciones futuras, mandó poner en piedra en un nicho sobre la clave central del puente, la imagen de la protagonista de esta bonita historia de amor, y aun hoy en día mirando desde los laterales del puente se puede ver la imagen de la mujer del alarife.
miércoles, 2 de febrero de 2011
Real Colegiata de San Isidoro (León)
La Basílica de San Isidoro se encuentra en la ciudad de León. El edificio está asentado sobre los antiguos cimientos de un templo romano y más tarde el Monasterio dedicado a San Pelayo, titularidad que se cambió al trasladar desde Sevilla los restos del obispo San Isidoro a León.
El edificio conserva algunos vestigios románicos de la primera construcción en época de Fernando I y Sancha. El Panteón y las dos puertas de su fachada sur, llamadas Puerta del Cordero, Puerta del Perdón, son las primeras manifestaciones del arte románico en tierras leonesas. Con el transcurso del tiempo se hicieron modificaciones y añadidos góticos, renacentistas y barrocos.
parte superior o peineta de la Puerta del Cordero con escudo real y San Isidoro a caballo, obra del siglo XVIII. En la parte inferior se encuentra la portada más antigua del románico en León.
La Torre del Gallo está situada a los pies de la iglesia. Es de planta cuadrada y forma parte de la muralla romana y tiene un chapitel con pizarra moderno y una veleta que es el famoso gallo símbolo de la ciudad de León. Cuando se hizo una profunda restauración de la torre recientemente, se desmontó la veleta para su limpieza, pero al comprobarse la sorprendente de la pieza, se reservó para estudiarlo bien a fondo por arqueólogos, palinólogos, entomólogos y paleógrafos. No se conoce su historia ni el porqué ni cuando llegó a la torre. En la actualidad se ha instalado una copia.
El interior de la nave sorprende por la inmensa luz que penetra por los numerosos ventanales
El retablo de mazonería aún gótica procede de la parroquia de Pozuelo de la Orden, en la provincia de Valladolid y fue trasladado a San Isidoro en 1920. Labrado entre 1520 y 1530, este retablo contó con la participación en las labores de talla y ensamblado de un maestro llamado Giralte, quiá Giralte de Bruselas, y consta de 24 tablas de pintura obra de Lorenzo de Ávila, seguidor de Juan de Borgoña, Antonio Vázquez y Andrés de Melgar, oficial de Alonso Berruguete. Contiene el retablo una custodia de plata del artista, M. García Crespo, y debajo de ella, se encuentra la urna neoclásica que conserva los restos de San Isidoro, obra realizada por el platero leonés Antonio Rebollo en 1847.
La Capilla Mayor es del siglo XVI y su arquitectura se atribuye a Juan de Badajoz el Viejo, obra que data de 1513 y sustituye a la antigua capilla románica de la infanta Urraca por la actual gótica. La capilla está cubierta por bóveda de crucería con teceletes.
lunes, 31 de enero de 2011
El pescador
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Bélok
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domingo, 30 de enero de 2011
Casa Botines (Antonio Gaudí, León)
La Casa Botines, llamada también Casa de Fernández y Andrés, es un edificio situado en la ciudad de León de estilo modernista, obra de Antonio Gaudí, siendo una de las tres construcciones del arquitecto catalán que se encuentran fuera de Cataluña junto al Palacio Arzobispal de Astorga (León) y el Capricho en Comillas (Cantabria).
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Bélok
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viernes, 28 de enero de 2011
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